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La cocina obliga al uso de un vocabulario muy variado que se da por sabido y no es así. Desde productos hasta instrumentos, pasando por conceptos culturales, parece conveniente hacer una selección y tratar de connotarlos.
El lector abre así las dimensiones de su cultura general y si está interesado por la cocina, comprende mucho mejor lo que se guisa y lo que se come. En la selección ha intervenido la retina carvalhiana, atenta a muchas cosas pero desatenta a otras. Muchos de estos productos están presentes en la dietética carvalhesca que es literariamente interesante, aunque a veces dietéticamente nefasta porque Carvalho se alimenta según las reglas del placer, del capricho o del estado de ánimo, que no siempre coinciden con las de la necesidad y las de la salud. Pero como tantas veces dice el detective, no se puede comer con miedo ni se debe tampoco aprender con miedo.