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«Violencia de género», violencia doméstica, violencia familiar, como se quiera llamar, no es un problema de nuestros días.
Humillaciones, descalificaciones, sufrimientos o malos tratos progresivos han existido siempre aunque en determinados períodos de nuestra historia no tuvieran la repercusión social actual.
Maltratadores con patologías de todo tipo, o aparentemente encantadores, atacan y torturan a los que viven con ellos de la forma más bárbara: marcar los genitales de su mujer con un hierro candente, arrojarlas por la ventana, quemarlas vivas...
Mar Herrero, Ana Orantes, Mariana García, Inmaculada Ojeda y tantas otras que denunciaron o guardaron silencio. Algunas disculpaban la lluvia de golpes con un «se le fue la mano», otras entre golpe y golpe suplicaban: «Nene no te pases».
Las sentencias muchas veces son polémicas ya que una muerte brutal puede suponer tan sólo un delito de lesiones para el agresor o puede darse una reducción de la pena de 20 a 15 años, simplemente porque «no hubo sorpresa ya que la pareja mantuvo una fuerte riña con anterioridad». Una justicia lenta que, en ocasiones, beneficia al infractor.