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Este libro es la crónica de una batalla sin armas contra las armas, un testimonio reflexivo y apasionado del compromiso cívico de un intelectual ante la violencia. Pero con frecuencia estos breves ensayos van más allá de las circunstancias del terrorismo en el País Vasco y configuran una meditación necesaria sobre el sentido de la democracia moderna, los derechos de la ciudadanía, la defensa del Estado garantista en Europa y las extralimitaciones de algunos guardianes demasiado celosos.
El primer gran alegato contra el nacionalismo de Fernando Savater, una reunión de ensayos y artículos llamada, famosamente, Contra las patrias, apareció en 1984. Puesto que el centro de atención de Savater en esas páginas era el nacionalismo vasco, su publicación fue un acto de valentía.
Por aquellas fechas ETA mataba con frecuencia, y ese libro, no obstante incluía muy duras críticas contra todos los nacionalismos, lo que incluye al español, y una sentida declaración de amor a las tierras vascas, bastaba para llamar la atención de los terroristas hacia Savater y para granjearle la enemistad del gobierno autonómico ya entonces en manos del Partido Nacionalista Vasco.
A Perdonen las molestias le ocurre lo mismo que a su antecedente, Contra las patrias: que es una obra que nadie hubiera querido ver publicada. Lo dicen Héctor Subirats y, a su modo, Javier Marías y lo dice Savater mismo en las palabras introductorias al libro. No podría ser de otra forma. A fin de cuentas, todo lo que rodea a Perdonen las molestias parece nefasto: la persistencia del terrorismo etarra, la radicalización de los dirigentes del PNV, la amenaza de muerte contra Savater y, toda proporción guardada, el hecho mismo de que un filósofo de sus alcances se vea obligado a prestar atención a los despropósitos de Javier Arzalluz y los medios afines al independentismo vasco, o a discutir la supuesta vigencia de los postulados de Sabino Arana. Porque, cómo negarlo, todos preferiríamos ver a Savater libre de estas cargas y dedicado a lo que hace mejor: reflexionar sobre la ética, o leer a Voltaire, o hablar de literatura, o comentar a Nietzsche.