

Sicario, el relato que marcó el paso de Alberto Vázquez-Figueroa a la plena madurez como escritor, recrea un terrible drama de miseria y desarraigo: los niños abandonados en las calles de las grandes ciudades de América Latina.
A lo largo de sus páginas el autor canario ofrece, siempre en clave de ficción, un desgarrador y valiente testimonio acerca de un fenómeno social explosivo que reclama profundos cambios sociales y la atención tanto de las autoridades políticas, como del resto de la sociedad.
En Sicario, Vázquez-Figueroa nos trae de un modo curioso la vida de un sicario colombiano, que al final de su vida, enfermo terminal, hace una mirada retrospectiva a su historia, dando respuesta a la entrevista de un periodista, a través de un monólogo del asesino hablando consigo mismo.
Jesús, que así se llama el asesino, comienza su historia hablándonos de su infancia. De como su madre, prostituta y alcohólica le tenía desatendido, hasta que decidió abandonarla para irse a mendigar por las calles un poco de pan que llevarse a la boca. En la calle aprenderá lo dura que puede ser la vida para un niño solo, donde todos los peligros estan esperándote. El frío, el hambre, los coches, los otros niños, los chulitos del barrio, los pederastas, la policía…