Cuando una mujer está delgada, demuestra su valía. Creemos que ha hecho aquello que ninguna mujer puede hacer: controlarse. Y una mujer capaz de controlarse es casi tan buena como un hombre. Una mujer delgada puede conseguirlo todo.

Desde muy niña, Marya intuyó que el control de los propios instintos era el mejor camino hacia el poder, y decidió demostrarlo dominando su cuerpo. La cosa empezó como el juego de una chiquilla obsesionada por la moda, pero no tardó en convertirse en una apuesta siniestra: Marya pasó un tiempo devolviendo lo que comía, y acabó rechazando casi cualquier tipo de alimento. Primero fue bulímica, luego anoréxica, y a punto estuvo de perder demasiados kilos y la vida entera.

Cuando iba a cumplir los diecinueve años, los médicos le pronosticaron una muerte a corto plazo, pedro Marya supo encontrar el camino de vuelta y ha querido contar en primera persona su viaje a ese mundo subterráneo, lleno de espejos convexos, donde la comida es pecado y los días se escurren entre las manos como agua sucia. Desde el dolor de una experiencia que no admite el recurso fácil a la compasión o al olvido, Marya nos habla de sí misma con la voz descarnada, cínica a veces, que distingue a los perdedores del gran talento.