
Este libro es en sí mismo una lección de periodismo; en primer lugar, es un ejemplo de cómo ha de respetar el flujo principal de la información en los medios, el respeto a las fuentes. Y luego es una explicación detallada, casi novelesca, de lo que habría que hacer para que las historias, si uno está convencido de su sustancia, no decaigan jamás, aunque presionen los poderes, y los que no se consideran poderes, pero tienen maneras de presionar.