

En el siglo XIX tuvo lugar en España un magno esfuerzo de modernización, centrado en su segundo tercio, cuya manifestación mas emergente fue, sin duda, el despegue de la Revolución Industrial. Una industrialización tardía, incompleta, pródiga en desequilibrios de todo orden, y en ocasiones seguida de un proceso desindustrializador. Todo ello hace que el caso español en modo alguno se corresponda con el modelo clásico de la primera Revolución Industrial. En España se da una industrialización sectorial, en ocasiones bastante completa, polarizada en tres áreas geográficas bien delimitadas. Cataluña, Asturias-País Vasco y Andalucía.
Las respectivas industrias fueron montadas en función del mercado nacional, pero con escasa competitividad. De ahí que colocasen la protección arancelaria entre sus prioridades. Tuvo por núcleo el sector algodonero catalán y su desarrollo se vio frenado por el atraso agrícola ( ¿o fue la débil industria la que determinó el estancamiento de la agricultura?), la escasez de recursos energéticos, financieros y tecnológicos, por si dependencia de un limitado mercado metropolitano y colonial. No obstante el saldo en modo alguno es negativo, aunque mas que por la creación de un tejido industrial siempre precario, por la creación de infraestructuras (financiera, viaria..) antes inexistentes. Pero son numerosas las cuestiones controvertidas y el debate sigue abierto.