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El 14 de marzo, José Luis Rodríguez Zapatero ganaba -contra todo pronóstico- las elecciones generales. Muy pocos creían en sus posibilidades. El Gobierno de Aznar lo despreciaba como candidato; le consideraban un líder débil, sin carisma y sin un proyecto político específico. Incluso el altavoz de su coro mediático hacia eco de una derrota más que previsible. En las propias filas socialistas cundía el desánimo después de perder el gobierno de la Comunidad de Madrid con la deserción de dos militantes, y después de la crisis de la Generalitat de Catalunya, recién constituida bajo la presidencia del PSC.Pero el 14-M, ante la sorpresa de muchos, el líder débil y casi desconocido ganaba al potente y seguro de su victoria Gobierno del PP. Se impuso la humildad y la sencillez frente a la soberbia. Por primera vez en la historia de la democracia española, un partido que gozaba de mayoría absoluta pasaba, sin transición alguna, a la derrota.