

Nadie debería morir cuando es posible evitarlo. El juramento de Hipócrates dice que al médico que entra en una casa debe impulsarle el único propósito del bienestar de los enfermos; pero, ese mismo juramento dice sólo un poco después que, todo aquello que el médico pueda oír y ver durante el ejercicio de su profesión y que sea de tal naturaleza que no deba propalarse, lo debe guardar con reservado sigilo y hacer como si aquello en realidad no hubiese ocurrido. Es algo así como tener un gran impulso y al mismo tiempo un marco que regula las posibilidades; un proyecto altruista y una ética: la ética del silencio y la reserva a la que tanto abogan los médicos y especialistas.
Ran Warren obtiene el título de Medicina y Cirugía en 1925 y es contratado por un Hospital del Sur de los Estados Unidos. Allí observa cómo se sigue una praxis quirúrgica descuidada, que cuesta muchas vidas, y únicamente obedece a los intereses económicos de sus superiores. Durante la Depresión las autoridades locales ponen límites a la atención sanitaria gratuita para las familias sin ingresos. Ran termina dedicando los pobres ahorros de su esposa a comprar medicinas para sus enfermos. Esta decisión le causa un problema familiar al que se une el hecho desgraciado de perder el hijo que esperaban. Finalmente es expulsado del Hospital por operar a un niño sin autorización. Warren difunde un plan que teóricamente habría de poner la Sanidad al alcance de todos, pero en el ambiente en el que se mueve su vida corre peligro.