
Tomás Salvador ambienta la novela Cabo de vara en los presidios españoles de África. Ceuta y Melilla empezaron como fortalezas a las que eran enviados muchos presos para hacer trabajos. Las tareas más duras la llevaban a cabo los presos más peligrosos, pero aquellos con delitos más menores, tenían mayores libertades. Aún así, las condiciones no eran buenas ni para unos ni para otros, y es normal que a finales del siglo XIX el sistema penintenciario español se modificara.