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El autor relata su experiencia neoyorquina de juventud y la forma en que encontró la vía creativa como salida vital.
Henry Miller siempre fue un poco revoltoso, y cuando en 1931 se estableció en París y empezó a escribir su Trópico de cáncer echó los dados de la fortuna. Escandaloso y provocador para la pacata sociedad de su tiempo, escribió de forma directa los pensamientos y las actuaciones de su generación, pero sin tapujos ni metáforas. Dijo: «Mientras más cultiva el hombre las artes, menos se empalma». Freud había afirmado lo mismo, pero con otras palabras. En Trópico de capricornio se refiere a su juventud en Nueva York. A partir de su trabajo en una compañía de telégrafos, nos muestra una completa galería de personajes estrambóticos, marginados, inadaptados y delincuentes, rodeados por un ambiente de violencia y de sexo. Precursor de tanto «realismo sucio» actual, no nos habla del sexo creativo o idealizado, sino de trozos de carne que se toman en el mercado social. Es duro, pero no más duro que la vida misma.