

En el año 1934, entre enero y mayo, Ricardo Rojas estuvo exiliado en Ushuaia como preso político. Sin saber cuán larga sería su estadía en la Tierra del Fuego, se dedicó a escribir estas páginas «para distraerse del incierto cautiverio».
Este libro no es un diario de viajes; Rojas describe, con la agudeza que caracteriza su pluma, la singular historia de este archipiélago de los mares del sur. Conviven aquí, entonces, navegantes, misioneros, aventureros, aborígenes, presidiarios y pioneros. Sin embargo, el mayor mérito de Archipiélago es el constante tono de denuncia frente a los problemas y las numerosas injusticias acontecidas en el lejano sur, que el autor fue descubriendo en la cotidianeidad de su exilio. Este grito, esta queja necesaria, sigue hoy tan vigente como hace setenta años.