
Por cosas del destino, la aldea de Astérix y Obélix acaba en manos de un romano y su familia. El padre intenta hacer valer sus derechos y convertirse en jefe, pero desconoce a quiénes se enfrenta.
Tras la perniciosa idea de la Residencia de los Dioses, René y Albert intentan una vez más hacer la vida imposible a los galos, en esta ocasión, con un título de propiedad sin valor. Los autores abordan en este episodio «valores eternos» y continúan acrecentando la leyenda de Astérix. Los personajes son universales, una representación de la condición humana, pero mejor, mucho mejor. Quizás feos, eso sí, pero auténticos mitos inaccesibles.