

Un labrador, a punto de morir, quería que sus hijos tuvieran experiencia de agricultura, los llamó a su lado y dijo: «Hijos míos, en una de mis viñas hay guardado un tesoro.» Éstos, después de morir el padre, tomaron las rejas y layas y excavaron todo el labrantío, pero no encontraron el tesoro, en cambio, la viña les dio una cosecha excelente.
Un labrador anciano que tenía varios hijos enemistados, se valió del siguiente método para darles una lección: Los llamó a todos, mandó traer un puñado de varas, y las ató todas juntas. Luego, pidió a cada uno de ellos que las rompiera, diciéndoles: – Dejaré toda mi fortuna en herencia a aquel de vosotros que pueda quebrar estas varas.
En vano trataron uno tras otro de romper el mazo de varas, apoyando el haz sobre sus rodillas. Finalmente, después de un buen rato, el padre, sacando una por una las varas, las quebró fácilmente. Sus hijos le observaron y dijeron: – Así también podríamos haberlo hecho nosotros, padre… Y el anciano, les replicó: – Esta lección, hijos míos, es la mejor herencia que os dejo. Pensad en ella. Vosotros sois como estas varas. Si estáis unidos, seréis fuertes e invencibles, pero si os separáis cualquiera os vencerá. La unión hace la fuerza.