
En sus diarios, el presidente de la Segunda República, Manuel Azaña, da cuenta de los avatares de la contienda desde su inicio en 1936 hasta casi su culminación en 1939.
Estos diarios ofrecen una triple vertiente de interés. En primer lugar, son una fuente documental forjada día a día por uno de los actores principales de la tragedia desde el corazón de uno de los polos de poder. En segundo término, poseen un valor literario autónomo, por haber sido escritos por un político que era, ante todo, un gran escritor. Por último, proporcionan una imagen extraordinariamente nítida de las dimensiones política y humana de su autor.