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El movimiento documentalista británico asentó sus bases durante el período de entre guerras, se desarrolló con plenitud durante la Segunda Guerra Mundial y fue desvaneciéndose cuando el conflicto bélico llegó a su término, coincidiendo con los importantes cambios que se produjeron en Reino Unido a partir de entonces, como la paulatina pérdida de las colonias.
Sus miembros actuaron como detectives privados a quienes se había pagado para indagar en la riqueza oculta tras las imágenes más reconocibles, en todo aquello que puede verse de manera inmediata. Buena parte de lo que nos contaron sirve hoy en día para descubrir no sólo una sociedad en un momento concreto de su historia, sino también una parte de verdad en torno a uno de los períodos en los que todos hemos proyectado más fantasías.
Para llevar a cabo esta tarea, los documentalistas británicos surgidos a partir de 1929 fueron poco a poco mezclando pinceladas, texturas y metodologías muy diferentes. De ahí que muchas de sus películas ofrezcan al mismo tiempo elementos propios del documental y del cine de ficción.
Jugando en los mismos términos que los documentales británicos, este libro también quiere traspasar sus propias fronteras, convirtiéndose en algo más que un simple recuento histórico o un trabajo académico. Sus fronteras, de hecho, están tan cerca del ensayo como de la literatura, tan cerca de la verdad como de la invención.