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Leopold Ritter von Sacher-Masoch (1836-1895) En el plano más práctico de la atmósfera de los relatos de Sacher-Masoch, encontramos la nostalgia de un pasado familiar, especialmente en la descripción del mobiliario, mezcla de pesadez wilhelminiana y de rastro medieval. Aunque Masoch no posee un dominio familiar, incluso si fue un errante, percibimos la coincidencia de la autobiografía y la “ficción”.
La autobiografía menciona, durante las ceremonias familiares de Navidad, una gran pieza sin ventana siempre sumida en la oscuridad y encontramos la misma atmósfera misteriosa en El amor de Platón con armaduras de pie —aquí y allá—, que tienen por función, en este último texto al menos, afirmar en el sueño el poder protector de un padre ausente e infiel. Esas evocaciones, al límite de lo fantástico —especialmente en el pasaje de los escritos autobiográficos, Los últimos amigos—, cuentan entre las páginas más “elaboradas” de Masoch. Y ello, a pesar de que su carácter irreal las sitúe fuera del campo literario de su tiempo donde el narrador “realista” intenta conciliar historia y ficción o del campo poético o pictórico que va del Parnaso al simbolismo.
Sería difícil establecer una especie de catálogo de las imágenes obsesionales en los textos que encierran los Escritos autobiográficos. Difícil constituir una cronología de sus “fantasmas”. Las escenas eróticas son de una absoluta castidad. Masoch aquí es lo opuesto a Sade: no es un autor libertino.