Había una vez una chiquilla argelina que se enamoró de un joven de su aldea y decidió que ese sería el hombre con quien iba a compartir el resto de sus días. Así las cosas, Nadia y Ahmed se unieron en matrimonio, pero la misma noche de bodas la mujer supo que el ser extraño que tenía a su lado se había embarcado en una aventura absurda. Ahmed, el dulce Ahmed, era ahora un soldado del Grupo Islámico Armado, empeñado en una guerra santa que doblegaría Argelia entera a las leyes del Corán, y su esposa tendría que servirle como una esclava, siguiéndole en un camino sembrado de sangre y desvarío. Sin techo y sin comida, rechazada por su familia y por los aldeanos que antes eran amigos, la joven vivió deseando la muerte para poder por fin descansar.