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Souad tenía diecisiete años cuando se quedó embarazada sin estar casada; en su país significa la muerte.
Mientras lavaba la ropa en el patio de su casa vio aterrorizada cómo su cuñado se le acercaba, la rociaba con gasolina y encendía una cerilla.
Souad, nombre ficticio, se salvó de milagro y decidió hablar sobre la barbarie de esta práctica. Lo hace arriesgando su propia vida, puesto que la afrenta al honor de su familia es un delito que no prescribe.
Quemada vida es el relato estremecedor de la primera víctima de un crimen de honor que se ha atrevido a romper el tabú del silencio.
Jacqueline Thibault, cooperante de la fundación suiza Surgir, la ayudó a salir de su país con su bebé y a superar su drama.